Nos ven en el colegio, en la U, en el parque, caminando en la calle, en las banquetas y hasta en las camionetas. He tenido la teoría de que no hay colonia ni barrio en Ciudad de Guatemala que no tenga su propio músico. “Su” lo enfatizo por sentido de pertenencia. Siempre se escucha la estridencia de un solo de guitarra repetido hasta el cansancio o el retumbar estridente de la batería en las tardes o los fines de semana. Pero vaya que rompemos el código de nuestra vida de suburbios. Con nuestra guitarra al hombro, los vecinos nos sonríen y hasta nos saludan (cosa que no hacen el resto de días). Nunca falta aquel curioso que nos invita a tocar “echate una de Maná… de Perales… ¿Te sabés alguna de Los Beatles?” Así ha sido mi experiencia como músico desde hace poco más de 15 años. Quizá no seamos perfectos, ni músicos exitosos, pero seguro que le cambiamos la cara al mundo.
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Con Axis tocamos desde 2006 y nos dedicamos a hacer música original |
Es indudable que el instrumento más interpretado en Guate es la
guitarra. Su portabilidad, precio accesible y relativa facilidad para tocar “canciones
enteras” pueden ser las causas. Pero como diría el baterista Dom Famularo, “no
eres tú el que escoge al instrumento sino el instrumento el que te elige a ti”.
Tiene razón. Entre nuestras legiones de principiantes, son muy pocos los que
pasan de dos o tres clases, y dos o tres acordes para dedicarse a entender el
lenguaje y alimentar esa relación de sensaciones y emociones emanadas de
sonidos. Pero aunque muy pocos (quizá dos docenas) puedan dedicarse a la música
exclusivamente, somos cientos, quizá miles, los que nos alegramos de hacer
crecer esa relación como vocación si es que no podemos que sea una profesión.
“Love is
a perfectly tuned guitar”, dijo Richie Sambora, de Bon Jovi. Sí. Talvez las
grandes mayorías no entienden esa emoción cuando las seis cuerdas están en esa
casualidad melódica de afinación, que hasta un simple Sol mayor suena
extraordinario. Yo prefiero los acordes suspendidos +2 o +4. Pero el punto es
que interpretar una canción muchas veces vale más que cientos de quetzales en
terapia psicológica. Y vaya que la necesitamos en nuestros tiempos, en nuestras
calles. Lo raro es que pese a que somos tantos, aficionados, profesionales,
idealistas y soñadores, no logramos hacer una industria. Un movimiento que
acapare la atención, que lleve a la música al lugar que debería. Una prioridad
y no una excusa.
En fin.
Somos miles y para mi primer post quería dejarles una inquietud. Muchas veces
bromeo que habemos más músicos que público. Pero si todo guitarrista, o
baterista, o cantante, o artista en general, apoyara las propuestas, fuera más
crítico, más exigente pero también más solidario, definitivamente habría
industria. Es lo que vemos en cualquier escena de música independiente en el
mundo. Pasaríamos de 30 o 40 espectadores a cientos en cada concierto.
